El modelo del actual gobierno venezolano está basado en el conflicto social, le urge la violencia, si no, pierde todo sentido.
El PSUV y sus aliados identifican el origen histórico y simbólico de su sistema de ideas y su camino hacia el socialismo del siglo XXI, a partir de dos acciones violentas, conjugadas con un ya comprobado obsoleto sistema ideológico.
Las acciones violentas fueron: el “Caracazo”, aquel famoso 27 de febrero de 1989, caracterizado por saqueos y represión; y el Golpe de Estado dado el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200” el 4 de febrero de 1992, amparado en ideas socialistas entendidas de forma muy particular.
Es sabido en la historia que la generación del poder por la vía de la polarización, permite el control social de quienes la impulsan hacia quienes la actúan. Así es que, provocar la violencia real y simbólica entre personas como materialización de la lucha de clases, siempre ha despertado las emociones mas ruines de la naturaleza humana, a favor de gobiernos perversos.
Este gobierno, desde su comienzo, se ha procurado vivir del conflicto, de la desventura y la desgracia. Expropiar, agredir y quitar, para hacer lo que se interpreta de forma muy precaria como justicia social; es a mi interpretación una forma de canibalismo simbólico, esta necesidad de comerse a uno para satisfacer el hambre del otro, la génesis del caos y el marasmo que vive Venezuela.
La polarización es una herramienta de control social que desmonta todo tipo de acuerdo entre las clases sociales, empresarios, empleados, obreros y partidos políticos. He allí la base de la necesidad del actual gobierno de desmontar todo acto en el que se procure el dialogo, la negociación, la mediación o alguna forma de conflicto.
Hoy el venezolano “chavista” cree firmemente que será barrido el suelo con sus esperanzas, y que no habrá otro Gobierno que satisfaga sus necesidades, las cuales solo Hugo Chávez (1954-2013) como “Cristo de los pobres” pudo resolver, sin ver el daño que hizo al país este canibalismo social que lleva más de una década.
La milicia, los grupos de choque, los Tupa, el Frente Francisco de Miranda, los motorizados mejor armados que la policía, y todo extremista cegado por la alienación social y mediática, que cree que la guerra económica es la causa de su desgracia, espera la orden de actuar para aquello que ha sido preparado por tanto tiempo, “defender la revolución cueste lo que cueste”.
Por su parte, el pueblo opositor quiere sacarse de encima este caos, esta miseria y esta pobreza generalizada, que a todas luces no le depara otro destino que la miseria, siendo capaz de ir a saquear, quemar y destruir lo que encuentra en su paso y linchar al mismísimo gobierno.
En este momento lo único que requiere el actual gobierno para justificar años de preparación de la “batalla final” por el socialismo, es que los muros de contención social, la Asamblea Nacional con su llamado al respeto de los valores republicanos, los partidos políticos organizados promotores de salidas democráticas electorales; caigan merced de la rabia y la impotencia.
En esta necesidad de control social el gobierno ha logrado burlar el dialogo, los valores de convivencia pacífica, los derechos humanos, la responsabilidad social compartida y la justicia son palabras proscritas entre sus militantes y los opositores ganado parcialmente su guerra.
Para evitar la avanzada de la injusticia, es menester resistir a la incitación de la violencia, el camino es la “desobediencia civil pacífica” sin armas, para empujar la salida electoral, siendo hoy preciso recordar las palabras de Mahatma Gandhi (1869-1948) “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”. Solo la Democracia y la legalidad pueden devolver la justicia social en Venezuela.
*Lic. Sergio Yépez Santiago
Psicólogo – Psicoterapeuta
Investigador en Etnopsicología
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