“Educación con corazón” es el lema que Fe y Alegría ha elegido para este año. No se trata de poner a los “ositos cariñosos” en el logo de nuestra sexagenaria institución, es un lema con profundidad pedagógica y política.
Educación con corazón supone que el corazón va a la escuela, que estamos conscientes de la importancia de la educación emocional: aprender a expresar y manejar emociones y sentimientos, desarrollar la inteligencia intrapersonal y la interpersonal. ¡Cuánta violencia intrafamiliar no se evitaría si enseñáramos desde pequeños a niños y niñas, hombres y mujeres del mañana, a expresar adecuadamente lo que piensan y sienten!
Más allá del aula, educación con corazón supone atender al estudiante integralmente. No podemos tener solo la foto del alumno, necesitamos tener su película, esto es, conocer su entorno, lo que está pasando en la comunidad, cómo viene a la escuela. Por ello valoramos actitudes como el de la maestra Débora, de un centro de Aragua: “Cuando los maestros vemos que un niño tiene cara de no haber comido, recolectamos entre nosotros y le compramos el desayuno”. ¡Hay que ver con los ojos del corazón el rostro que habla sin decir! No podemos cerrar los ojos cuando sabemos que hay familias que están haciendo sólo una comida al día, como me comentó un director de un centro de Valencia. “Son más de doscientas familias”, me dijo hace poco.
Una educación con corazón supone servicios que funcionen, sin agua es imposible tener la escuela limpia, y una escuela sucia no es ambiente para el aprendizaje.
Una educación con corazón tiene que preocuparse y ocuparse de la seguridad de los alumnos. Por eso rechazamos la violencia venga de donde venga. Por eso nos apuntamos a iniciativas que promuevan las vías pacíficas para resolver los problemas. Por eso investigamos y ensayamos qué hacer para prevenir, reducir y erradicar la violencia.
Por todo lo anterior, defender los Derechos Humanos de los niños, niñas y adolescentes es una obligación para Fe y Alegría. Por eso formamos partes de la Redhnna, porque los derechos son interdependientes y no basta con trabajar solo por más escuelas.
Una educación con corazón también supone contar con educadores sensibles y bien pagados, pues la cabeza de una maestra a la que no le alcanzan sus ingresos para dar de comer a sus hijos, no está libre para dejar que fluya su cerebro creativo y lo ponga al servicio de los estudiantes. De ahí el empeño institucional en defender la dignificación de la profesión docente.