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Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo/La Crónica

CIEN AÑOS DE LA COMPAÑÍA


El nombre que San Ignacio escogió para su grupo tuvo un cariz militar, la llamó “la Compañía de Jesús”, de allí que sea conocida como “la Compañía” o “los Jesuitas”. Fue fundada en 1534 en París y aprobada por el Papa Pablo III en 1540, coincidiendo con el proceso de expansión colonial hispana en América. La presencia jesuítica en lo que es hoy Venezuela se remonta al siglo XVII teniendo como centro al Nuevo Reino de Granada. Nace así el Colegio San Francisco Javier de Mérida en 1628, y en la Guayana y Amazonía hubo presencia jesuítica desde 1661 en las misiones del Casanare, del Meta y del Orinoco, con el propósito de constituir una unidad autónoma en ese vasto territorio con capital en Trinidad por ser el acceso natural al Atlántico desde el río Orinoco. Todo esto quedó truncado con la expulsión de la Compañía de los reinos hispanos por disposición del Rey Carlos III en 1767.

Si bien la Compañía fue restaurada en 1814 por el Papa Pío VII, y haber sido solicitada su vuelta a Maracaibo por el Obispo Rafael Lasso de la Vega habrá que esperar un siglo para que los hijos de San Ignacio volvieran a pisar tierra venezolana. Aunque durante todo el siglo XIX estuvieron ausentes de nuestra patria no faltaron los detractores, entre ellos José Tadeo Monagas quien decretó “la expulsión de los jesuitas de ambos sexos”, y en los artículos anticlericales los hijos de San Ignacio llevaron lo suyo. Sin embargo, los venezolanos que estudiaron en Roma en el Colegio Pío Latino Americano durante la segunda mitad del siglo XIX y la espiritualidad jesuítica que se hacía presente a través de los ejercicios espirituales de San Ignacio.

La presencia de Delegados Apostólicos residentes en Venezuela a partir de la dictadura de Juan Vicente Gómez hará que la Santa Sede tuviera conocimiento de primera mano de las necesidades de la iglesia venezolana que se había debilitado desde las leyes anticlericales de Antonio Guzmán Blanco. Los informes de los Delegados José Aversa y Carlos Pietropaoli eran muy negativos. Se veía la conveniencia de la vuelta de los jesuitas para dedicarse a la educación de la juventud y principalmente del clero. El año 1915 fue el definitivo para que cuajara el proyecto del regreso de la Compañía de Jesús a Venezuela, dependiente de la Provincia de Castilla de España, para dedicarse a la formación del clero en el Seminario de Caracas. Los lentos trámites tuvieron final feliz con la llegada en octubre de 1916 de los tres primeros jesuitas restauradores: el P. Evaristo Ipiñázar quien venía de la Universidad de Comillas, el P. Miguel de Montoya del Colegio Máximo de Oña (Burgos) y el Hermano José Usabiaga quien venía de trabajar en Panamá.

Siglo y medio de ausencia para comenzar a marcar una nueva etapa de fructífera presencia en nuestro medio: luego vendría el encargarse de la céntrica iglesia caraqueña de San Francisco, la creación del Colegio San Ignacio y su regreso a Mérida en el famoso Colegio San José. Todo ello durante la tercera década del siglo XX. Su expansión y consolidación definitiva vendrá más tarde con las nuevas oleadas de emprendedores jesuitas que han marcado positivamente el carisma ignaciano en nuestras tierras. De ello se están cumpliendo cien años y es bueno recordarlo agradecidos.

52.- 13-12-15 (3328)

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