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La Crónica - Héctor Velázquez - Mejía
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Un estudio reciente le da muy bajas calificaciones en materia de salud al sistema de trenes para el transporte público de la Ciudad de Nueva York

Héctor Velázquez - Mejía / Marzo, 2016

 

El sistema de trenes del transporte público de Nueva York está llamando la atención pero no por buenas razones. A los desafíos que resultan de movilizar a millones de pasajeros todos los días por los cinco condados de la ciudad se suman las conclusiones de un estudio reciente según las cuales el METRO de la Ciudad de Nueva York es el sistema de transporte urbano más contaminado de Estados Unidos. Los gérmenes encontrados, estarían vinculados a problemas respiratorios e infecciones en la piel.


Agarrar los pasamanos tanto en trenes como en escaleras y luego tocarse la cara podría ser una mala idea. El estudio del calculador de viajes por Internet Travelmath, reveló que las barandas pueden transferir tantas bacterias como las que se intercambian cuando se les da la mano a diez mil personas. Alejandro Rodríguez, usuario del sistema, no se siente sorprendido por las estadísticas. Menciona gente que va al baño, no se lava las manos y luego ingresa a las estaciones. También las personas que comen en los trenes o en las plataformas de abordajes. Esas personas dejan la comida que luego se fermenta por la acción de las bacterias.


Los investigadores determinaron que en promedio en el METRO de la Ciudad de Nueva York hay cerca de dos millones de unidades formadoras de colonias bacterianas por pulgada cuadrada, mucho más que los sistemas de Washington, DC, Chicago, Boston y San Francisco. Javier Rivera Guzmán, profesor de microbiología del Wagner College, dice que en el METRO de Nueva York hay un problema de salud pública ya que por desplazarse en trenes y autobuses hacia los sitios de trabajo y otros lugares, los usuarios del transporte público pueden contaminarse y enfermarse simplemente al usar un tren, o tocar superficies infectadas.


De acuerdo con el informe de Travelmath, el METRO de Nueva York tiene bacilos que pueden causar infecciones respiratorias. También posee “cándida”, un hongo que normalmente vive en la piel. En un comunicado, el Departamento de Salud de la ciudad advirtió que el sistema de transporte público de Nueva York tiene una ecología completa de microorganismos que no suponen una amenaza significativa para la salud de los usuarios. Rocío Álvarez, utiliza el METRO diariamente y asegura que no hay motivo de alarma siempre que se tomen las medidas preventivas básicas. Recomienda llevar un gel de estos en seco para lavarse las manos lo más posible y tener cuidado, “qué se le va a hacer, no pasa nada.”, afirma.


Al estudio de Travelmath le precede una investigación del Weill Cornell Medical College, que causó alarma el año pasado porque reveló haber hallado peste bubónica y ántrax en el METRO de Nueva York. Meses después los autores lo corrigieron diciendo que no había suficientes indicios de que estos microorganismos estuvieran presentes.


De cualquier manera es sabio tener en cuenta las recomendaciones de los científicos a los usuarios de sistemas de transporte público como el de Nueva York, que, por otra parte, tiene más de cien años de existencia: no agarre los pasamanos ni de trenes ni de escaleras, evite tocarse la cara y lávese las manos tan pronto llegue a su destino. 

 

Cápsula científica: ¿podemos hablar de talento para superar las adversidades y dificultades de la vida?

Héctor Velázquez - Mejía/Marzo - 2016

 

Y ahora una cápsula científica. Hay un talento especial para hacer frente a las adversidades. Ese talento se conoce como resiliencia. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, resiliencia, que viene del inglés “resilience”, en su primera acepción es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Y en la segunda se refiere a la “capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”.


La resiliencia, un término que procede de la Física, implica la capacidad para afrontar los retos y las adversidades; y recuperarse rápidamente sin secuelas, experimentando incluso un crecimiento de los aspectos positivos.
Una de las bases fundamentales de la resiliencia es la flexibilidad emocional y cognitiva, la capacidad de resistir y al mismo tiempo, readaptarse y cambiar. Afortunadamente, la resiliencia es una capacidad que posee la mayoría de los seres humanos, como se pudo constatar durante los ataques terroristas del once de septiembre de 2001 en la Ciudad de Nueva York. En este caso, la resiliencia protegió a muchos neoyorquinos del desarrollo de trastornos como el estrés postraumático y generó esperanza y bienestar.
 

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