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La Crónica

Con Héctor Velázquez Mejía desde Nueva York

La Crónica - Héctor Velázquez - Mejía
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Personas destacadas: Paracelso

Héctor Velázquez - Mejía / Julio, 25 - 2016

 

“La naturaleza es el gran médico y el hombre posee a éste en sí mismo”. Así lo creía Paracelso, médico suizo del siglo dieciséis, y hoy considerado como el padre de la medicina moderna y también una de las figuras más contradictorias e interesantes de la historia de esta ciencia. Su incesante búsqueda de lo nuevo y su oposición a la tradición y los remedios heredados de tiempos antiguos postulan a Paracelso como un médico moderno. En su rol de médico hizo grandes contribuciones como la utilización de elementos químicos y minerales, o el empleo del láudano, un remedio para reducir los dolores. Su concepción holística le llevó a defender el principio mente-cuerpo, esto es, el axioma de que aquello que afecta a la mente repercute también en el cuerpo y viceversa. Ésta es una idea que en nuestro siglo veintiuno aceptamos como una verdad incuestionable, pero que en su época resultaba desconocida y hasta una completa locura. En este sentido, Paracelso fue todo un visionario que se adelantó a nuestro tiempo.

Relacionamos el nombre de Paracelso con la alquimia, es decir, la técnica para transmutar los metales en oro y la búsqueda de la piedra filosofal, un elixir de la vida, útil para el rejuvenecimiento y posiblemente para el logro de la inmortalidad. Además se le atribuyó a Paracelso el haber logrado crear un homúnculo, esto es, un hombrecillo producido artificialmente. También se le considera el verdadero fundador de la Orden de los Rosacruces.

Todos los estudios de Paracelso estuvieron siempre relacionados con el saber hermético. Paracelso dejó escrito que “quien no conoce nada no ama nada; quien no puede hacer nada no comprende nada; quien nada comprende, nada vale. Pero, quien comprende también ama, observa, ve. Cuanto mayor es el conocimiento inherente a una cosa, más grande es el amor. Quien cree que todas las frutas maduran al mismo tiempo que las frutillas, nada sabe acerca de las uvas.

Las leyes divinas le parecían a Paracelso mucho más esenciales que la medida de las cantidades. Ciencia, magia y religión estaban tan imbricadas en su pensamiento y en el de sus discípulos que hablamos de magos más que de médicos del Renacimiento, si bien hoy en día consideramos que la medicina moderna está enriquecida con ciertos descubrimientos de aquella medicina filosófica.

Lo esencial de la obra de Paracelso fue publicado después de la muerte del médico. No resulta fácil de leer. Y de hecho, ya nos lo advirtió, y aquí citamos palabras textuales, “solo una persona lo suficientemente inteligente como para comprender el mensaje elíptico de mis frases, logrará alcanzar el grado máximo de sabiduría.

Paracelso nació y fue criado en Einsiedeln, Suiza, el 10 de noviembre de 1493, hijo del médico y alquimista suabo Wilhelm Bombast von Hohenheim, y de madre suiza. Murió en Salzburgo el 24 de septiembre de 1541 a la edad de 47 años. Los restos de Paracelso fueron enterrados según los deseos del médico en el cementerio de la iglesia de San Sebastián, en Salzburgo.

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