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Paciencia, una virtud olvidada

 

Ser paciente con uno mismo y con los demás

 

Es necesario tener paciencia con todas las personas que nos relacionamos, pero, en primer lugar, con uno mismo. Aprenderse a auto-regular, es decir, respirar profundo y actuar de manera calmada y respetuosa, es una muestra de paciencia consigo mismo.

 

Cuando se es paciente con los demás, aprendemos a desarrollar la óptica positiva, valorando en mayor proporción las cualidades que los defectos de los demás.

 

Paciencia a lo largo del día

 

A lo largo del día, la vida pone a prueba nuestra paciencia; por ejemplo: un dolor físico o enfermedad leve, el excesivo calor o frío, el teléfono que no funciona o no deja de comunicar, el excesivo tráfico que nos hace llegar tarde a una cita importante, el olvido del material del trabajo, etc. Son las adversidades, quizá no muy trascendentales, que nos llevarían a reaccionar quizá con falta de paz. En esos pequeños sucesos se ha de poner la paciencia.

 

La paciencia también nos lleva a desarrollar otros valores como la tolerancia, el respeto y la sana convivencia. La práctica de todos ellos nos trae increíbles beneficios para la salud mental y física, pues cada vez que sentimos un enfado, ira, ansiedad exagerada o sobresalto, el corazón se ve realmente afectado. La paciencia nos da esa tranquilidad interior para tolerar las situaciones, evitando así problemas físicos y mentales.

 

Hagamos una pequeña reflexión sobre nuestro comportamiento en la vida diaria: ¿Cuándo está en el carro y el semáforo cambia a verde, usted pita despiadadamente o espera con serenidad a que todos arranquen?, ¿Cuándo asiste a una cita médica o de trabajo y se demoran un poco en atenderlo, suele moverse mucho, se pone nervioso o espera tranquilo leyendo una revista?, ¿A la menor queja de su hijo, esposo(a) o jefe se sale de casillas?. Evalúese y reflexione sobre su comportamiento, recuerde que nunca es tarde para mejorar y corregir errores.

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